Marca Aquiles Torres

Marca Aquiles Torres
Marca del blog

sábado, 22 de noviembre de 2014

De cómo conocí a Serrat



Fotografía de dos páginas interiores de la libreta con que salí de Chile 
(y que aún conservo) que me servía para anotar lo que entonces era importante para mí. En estas páginas se puede leer parte de lo que en el verano de 1974, en Barcelona, me pidieron que hiciera para colaborar en la organización del concierto de algunos de los integrantes de la "Nova Canco Catalana" para juntar fondos para enviar a Chile.   


     Los primeros meses en Barcelona los viví en un departamento de un edificio que estaba situado enfrente de la plaza “Monumental” de toros, a escasos 500 metros de la Plaza Las Glorias. Gracias a que todavía conservo una pequeña libreta donde entonces anotaba todo lo que consideraba importante, he comprobado que la dirección exacta era José Antonio Primo de Rivera Nº 806, octava planta, departamento 59. Después de la muerte de Franco, y desde que volvió la democracia a España, esta avenida se denomina Gran Vía de Les Corts Catalanes.
 
     Cuando nos dieron la dirección nos informaron que un socio o afiliado a la institución Agermanament (1) lo había prestado para que sirviera como solución de emergencia para chilenos sin recursos suficientes que, como yo, no podíamos ni pagar una pensión ni alquilar un piso. Por esta razón, al lugar lo llamaban “casa de paso”.


   Cuando con nuestros modestos bártulos, mi 
amigo Miguel Bravo y yo llegamos a la “casa de paso”, descubrimos que cinco chilenos que habían llegado antes que nosotros se habían adueñado del lugar. Lo peor fue que desde el comienzo tres de estos compatriotas, que no compañeros, demostraron una gran falta de solidaridad. Tanto, que los dos individuos que salieron a abrirnos la puerta, cuyos nombres ni siquiera vale la pena mencionar, como si el apartamento hubiera sido de su propiedad, en un comienzo se negaron a dejarnos entrar. Finalmente conseguimos colarnos. Una vez dentro insistimos en que no nos iríamos porque, al igual que a ellos, nos había invitado Agermanament.

     En medio de la discusión pensé que, 
probablemente, consideraban que esa plaza había sido descubierta y conquistada por ellos y que, por lo tanto, les pertenecía. Yo repliqué que lo lamentaba pero que a ese territorio habían llegado nuevos colonos, que nos quedaríamos y que teníamos tanto derecho como ellos a vivir transitoriamente en ese lugar. Finalmente esgrimimos un argumento irrefutable: “si quieren reclamar a alguien, háganlo a la institución que nos ha cedido este cobijo pasajero a nosotros…y también a vosotros”. Finalmente entraron en razón y los ánimos se calmaron, pero nos advirtieron que a “sus” dormitorios no nos dejarían entrar. Visto todo aquello con mis ojos de hoy, me sonrío y pienso en lo mezquinos y ruines que, en determinadas circunstancias, somos los seres humanos.

    Desde entonces, mis días en Barcelona se 
dividieron entre inventar fórmulas para matar el hambre, buscar trabajo, e ir diariamente a Agermanament para intentar saber algo más de lo que estaba sucediendo en nuestro país. En una de esas visitas, un día de verano de 1974, me enteré que Agermanament necesitaba dinero para sacar de Chile a algunos compañeros, creo recordar, de Valparaiso. Por esta razón estaban organizando un gran concierto en el que participarían varios de los cantantes más significativos de la llamada “Nova Canco Catalana” (2), todos ellos comprometidos por la lucha para que volviera la democracia a España. A mí me pidieron que me encargara de recolectar las letras de las canciones que los artistas cantarían ese día y que luego las llevara a visar no recuerdo adónde, para, a continuación, conseguir el permiso definitivo en Orden Público del Gobierno Civil, que estaba situado en la Plaza Palacio. Era una forma que tenía la dictadura de asegurarse que nadie osara cantar versos “indeseables”. Entre los cantantes que se habían comprometido actuar en ese recital, en mi libreta aparecen los nombres de Pi de la Serra, Guillermina Motta, La Trinca, Ovidi Montllor, Toty Soler, Lluis Llach y, por supuesto de Joan Manuel Serrat. 

     No recuerdo la razón, pero finalmente el concierto
no pudo llevarse a cabo, por lo que el dinero seguía faltando. Fue en esas circunstancias que en otra de mis visitas a la sede de Agermanament, situada en la calle Diputación del ensanche de Barcelona, Mariona, una funcionaria que coordinaba actividades, me pidió que la acompañara a una reunión a la parte alta de Barcelona para intentar conseguir dinero.


     En el taxi Mariona me explicó que íbamos a la casa de Guillermina Motta, una popular y destacada cantante catalana.

    Tocamos el timbre y Guillermina en persona salió a
abrirnos la puerta. El departamento, situado en una calle que tocaba la Ronda General Mitre, era espacioso y estaba decorado con muy buen gusto. Inmediatamente después de los saludos y de mi presentación, Guillermina le dijo a Mariona: “Joan Manuel está al llegar”.  Efectivamente, a los pocos minutos llegó el famoso cantante quien, en esa época, ya era conocido en todo el mundo. Sólo entonces me enteré que la cita era con él. Nos sentamos los cuatro alrededor de una mesita de centro, y Mariona les explicó la situación. Luego me hicieron a mí preguntas sobre mi país y la dictadura. A continuación Joan Manuel contó algunas de sus experiencias artísticas en Chile y expresó su admiración por Salvador Allende. Finalmente la conversación giró en torno a la imposibilidad de celebrar el concierto y, por lo tanto, de recaudar fondos. Entonces Joan Manuel se levantó e invitó a Mariona a pasar a otra habitación. Mientras, yo me quedé charlando con Guillermina sobre la dramática situación que estaban viviendo los chilenos en el interior del país. A los pocos minutos volvieron al salón y Mariona me indicó que debíamos regresar. En la despedida, tanto Guillermina como Joan Manuel fueron muy cálidos conmigo y me desearon suerte. Salimos y tomamos un taxi que nos llevaría hasta las oficinas de Agermanament. A continuación Mariona abrió su bolso, sacó un sobre, extrajo un cheque y me comentó:
- ¿Sabes? Joan Manuel me preguntó cuánto era el dinero que necesitábamos. Se lo expliqué y, a continuación, me extendió este cheque por el total. 


También me comentó que Joan Manuel le había 

pedido que ni siquiera yo supiera que nos había ayudado económicamente porque, según él, cuando se ayuda al prójimo no debe sacarse provecho del gesto. Sólo ahora lo hago público, porque ya han pasado más de cuatro décadas, y también por hacer un reconocimiento público, aunque tardío, a este artista generoso.


Muchos años después, cuando yo ya vivía una vida normal y trabajaba en una multinacional en Madrid, en un viaje de trabajo, me tocó sentarme en un avión, justo detrás del popular cantante. Pensé entonces en darle las gracias por lo que había hecho por unos chilenos que, probablemente, gracias a él salvaron la vida. Pero iba acompañado por otra persona y preferí respetar su punto de vista sobre la generosidad: las ayudas verdaderas, las de corazón, no se deben pregonar.

¡Grande, Serrat!


(1) Agermanament.
Es una organización de origen cristiano compuesta por personas con pensamiento progresista y tendencias de izquierda. En esos años estaban comprometidos con la lucha antifranquistas y también ayudaban a los exiliados y perseguidos políticos que llegaban a España. En 1974, cuando ocurrieron los hechos que narro, su director se llamaba Josep Ribera.

(2) La “Nova Canco Catalana”.
Es un movimiento artístico y musical que surgió en 
Cataluña a mediados de la década de los años cincuenta, cuyo objetivo era reivindicar la cultura catalana, incluida la música.
 Sus creadores fueron Josep Benet, Maurice y Lluis Serrahima, Jaume Armengol, y Miquel Porter i Moix, entre otros.


Posteriormente, a este movimiento se unieron destacados artistas como Guillermina Motta, María del Mar Bonet, Francesc Pi de la Serra, Lluis Llach, Joan Manuel Serrat e, incluso, los valencianos Raimon y Ovidi Montllor.

En catalán la palabra “canco” se escribe con cedilla en la segunda “c” y se acentúa, aunque sin poner tilde, en la vocal “o”.


   

2 comentarios:

  1. Gracias Aquiles por compartir esta bonita historia. Yo comparto el criterio de ayudar sin propaganda; pero es igualmente noble tu esfuerzo por cumplir su deseo y tu decisión de poner en valor estoy hoy. Muchas gracias, el ser humano es fenomenal, aunque algunos lo jodan. El tiempo hace que sea intranscendental el nombre de tus compatriotas egoístas y si sea importante poner en valor la acción de un hombre bueno para una buena causa. Gracias amigo.

    ResponderEliminar