De cómo conocí a Serrat
Fotografía de dos páginas interiores de la libreta con que salí de Chile
(y que aún conservo) que me servía para anotar lo que entonces era importante para mí. En estas páginas se puede leer parte de lo que en el verano de 1974, en Barcelona, me pidieron que hiciera para colaborar en la organización del concierto de algunos de los integrantes de la "Nova Canco Catalana" para juntar fondos para enviar a Chile.
Los primeros
meses en Barcelona los viví en un departamento de un edificio que estaba
situado enfrente de la plaza “Monumental” de toros, a escasos 500 metros de la
Plaza Las Glorias. Gracias a que todavía conservo una pequeña libreta donde
entonces anotaba todo lo que consideraba importante, he comprobado que la
dirección exacta era José Antonio Primo de Rivera Nº 806, octava planta,
departamento 59. Después de la muerte de Franco, y desde que volvió la
democracia a España, esta avenida se denomina Gran Vía de Les Corts Catalanes.
Cuando nos
dieron la dirección nos informaron que un socio o afiliado a la institución
Agermanament (1) lo había prestado para que sirviera como solución de emergencia
para chilenos sin recursos suficientes que, como yo, no podíamos ni pagar una
pensión ni alquilar un piso. Por esta razón, al lugar lo llamaban “casa de
paso”.
amigo Miguel Bravo y yo llegamos a la “casa de
paso”, descubrimos que cinco chilenos que habían llegado antes que nosotros se
habían adueñado del lugar. Lo peor fue que desde el comienzo tres de estos
compatriotas, que no compañeros, demostraron una gran falta de solidaridad.
Tanto, que los dos individuos que salieron a abrirnos la puerta, cuyos nombres
ni siquiera vale la pena mencionar, como si el apartamento hubiera sido de su
propiedad, en un comienzo se negaron a dejarnos entrar. Finalmente conseguimos colarnos. Una vez dentro insistimos en que no nos
iríamos porque, al igual que a ellos, nos había invitado Agermanament.
En medio de la discusión pensé que,
probablemente, consideraban que esa plaza
había sido descubierta y conquistada por ellos y que, por lo tanto, les
pertenecía. Yo repliqué que lo lamentaba pero que a ese territorio habían
llegado nuevos colonos, que nos quedaríamos y que teníamos tanto derecho como
ellos a vivir transitoriamente en ese lugar. Finalmente esgrimimos un argumento
irrefutable: “si quieren reclamar a alguien, háganlo a la institución que nos ha
cedido este cobijo pasajero a nosotros…y también a vosotros”. Finalmente entraron
en razón y los ánimos se calmaron, pero nos advirtieron que a “sus” dormitorios
no nos dejarían entrar. Visto todo aquello con mis ojos de hoy, me sonrío y pienso
en lo mezquinos y ruines que, en determinadas circunstancias, somos los seres humanos.
dividieron entre inventar fórmulas para
matar el hambre, buscar trabajo, e ir diariamente a Agermanament para intentar
saber algo más de lo que estaba sucediendo en nuestro país. En una de esas
visitas, un día de verano de 1974, me enteré que Agermanament necesitaba dinero
para sacar de Chile a algunos compañeros, creo recordar, de Valparaiso. Por
esta razón estaban organizando un gran concierto en el que participarían varios
de los cantantes más significativos de la llamada “Nova Canco Catalana” (2), todos ellos comprometidos por la
lucha para que volviera la democracia a España. A mí me pidieron que me
encargara de recolectar las letras de las canciones que los artistas cantarían
ese día y que luego las llevara a visar no recuerdo adónde, para, a continuación, conseguir
el permiso definitivo en Orden Público del Gobierno Civil, que estaba situado
en la Plaza Palacio. Era una forma que tenía la dictadura de asegurarse que
nadie osara cantar versos “indeseables”. Entre los cantantes que se habían
comprometido actuar en ese recital, en mi libreta aparecen los nombres de Pi de
la Serra, Guillermina Motta, La Trinca, Ovidi Montllor, Toty Soler, Lluis Llach
y, por supuesto de Joan Manuel Serrat.
no pudo llevarse a cabo, por
lo que el dinero seguía faltando. Fue en esas circunstancias que en otra de mis
visitas a la sede de Agermanament, situada en la calle Diputación del ensanche
de Barcelona, Mariona, una funcionaria que coordinaba actividades, me pidió que la acompañara a una reunión a la parte alta
de Barcelona para intentar conseguir dinero.
En el taxi
Mariona me explicó que íbamos a la casa de Guillermina Motta, una popular y
destacada cantante catalana.
abrirnos la puerta. El departamento, situado
en una calle que tocaba la Ronda General Mitre, era espacioso y estaba decorado
con muy buen gusto. Inmediatamente después de los saludos y de mi presentación,
Guillermina le dijo a Mariona: “Joan Manuel está al llegar”. Efectivamente, a los pocos minutos llegó
el famoso cantante quien, en esa época, ya era conocido en todo el mundo. Sólo
entonces me enteré que la cita era con él. Nos sentamos los cuatro alrededor de
una mesita de centro, y Mariona les explicó la situación. Luego me hicieron a
mí preguntas sobre mi país y la dictadura. A continuación Joan Manuel contó
algunas de sus experiencias artísticas en Chile y expresó su admiración por
Salvador Allende. Finalmente la conversación giró en torno a la imposibilidad
de celebrar el concierto y, por lo tanto, de recaudar fondos. Entonces Joan
Manuel se levantó e invitó a Mariona a pasar a otra habitación. Mientras, yo me
quedé charlando con Guillermina sobre la dramática situación que estaban
viviendo los chilenos en el interior del país. A los pocos minutos volvieron al
salón y Mariona me indicó que debíamos regresar. En la despedida, tanto
Guillermina como Joan Manuel fueron muy cálidos conmigo y me desearon suerte.
Salimos y tomamos un taxi que nos llevaría hasta las oficinas de Agermanament. A
continuación Mariona abrió su bolso, sacó un sobre, extrajo un cheque y me
comentó:
- ¿Sabes? Joan Manuel me preguntó cuánto era el dinero que necesitábamos. Se lo
expliqué y, a continuación, me extendió este cheque por el total.
pedido que ni siquiera yo supiera
que nos había ayudado económicamente porque, según él, cuando se ayuda al
prójimo no debe sacarse provecho del gesto. Sólo ahora lo hago público, porque
ya han pasado más de cuatro décadas, y también por hacer un reconocimiento
público, aunque tardío, a este artista generoso.
Muchos años
después, cuando yo ya vivía una vida normal y trabajaba en una multinacional en
Madrid, en un viaje de trabajo, me tocó sentarme en un avión, justo detrás del
popular cantante. Pensé entonces en darle las gracias por lo que había hecho
por unos chilenos que, probablemente, gracias a él salvaron la vida. Pero iba
acompañado por otra persona y preferí respetar su punto de vista sobre la
generosidad: las ayudas verdaderas, las de corazón, no se deben pregonar.
¡Grande,
Serrat!
(1) Agermanament.
Es una organización de origen cristiano compuesta por personas con pensamiento progresista y tendencias de izquierda. En esos años estaban comprometidos con la lucha antifranquistas y también ayudaban a los exiliados y perseguidos políticos que llegaban a España. En 1974, cuando ocurrieron los hechos que narro, su director se llamaba Josep Ribera.
Es una organización de origen cristiano compuesta por personas con pensamiento progresista y tendencias de izquierda. En esos años estaban comprometidos con la lucha antifranquistas y también ayudaban a los exiliados y perseguidos políticos que llegaban a España. En 1974, cuando ocurrieron los hechos que narro, su director se llamaba Josep Ribera.
(2) La “Nova
Canco Catalana”.
Es un movimiento artístico y musical que surgió en
Cataluña a
mediados de la década de los años cincuenta, cuyo objetivo era reivindicar la cultura catalana, incluida la música.
Sus creadores fueron Josep Benet,
Maurice y Lluis Serrahima, Jaume Armengol, y Miquel Porter i Moix, entre otros.
Posteriormente,
a este movimiento se unieron destacados artistas como Guillermina Motta, María
del Mar Bonet, Francesc Pi de la Serra, Lluis Llach, Joan Manuel Serrat e, incluso,
los valencianos Raimon y Ovidi Montllor.
En
catalán la palabra “canco” se escribe con cedilla en la segunda “c” y se
acentúa, aunque sin poner tilde, en la vocal “o”.